miércoles, 25 de julio de 2012

A tí

A tí que fueron dirigidas todas las cartas, por tí se escribirá éste último manifiesto. 

Dicen que el final de un camino, es el principio de otro. Dicen que para comenzar hay que cerrar capítulos, círculos, que hay que dar un portazo, que hay que dejar cosas atrás, lo que te pese, lo que no te deje volar. Eso te lo digo yo. Probablemente la vida sea cuestión de encandenar principios y finales, despedidas y bienvenidas, de permitir ir, de dejarse llegar. 

Pues bien, hoy no es el principio ni el final de nada. Porque si te paras a pensarlo lo que viene ahora empezó en aquel banco en el que dijiste que caía Platón, en el examen de economía que hiciste a duras penas. Si me apuras, esto quizá nació cuando pirateaste el juego de Pokemon y empezaste a venderlos al resto de tus amigos. Seguramente, y aunque no te hayas parado a pensarlo, también comenzó viendo algún telediario, abriendo algún periódico o preguntándole a tu madre cuánto dinero se habían gastado los "reyes". Hay cosas que empiezan porque sencillamente no son más que una prolongación de nosotros mismos, de nuestra forma de ser. No todos son capaces de comenzarlas, no todos tienen la valentía de haber sabido elegir, de arriesgarse, no todos tienen la suerte de haber acertado tanto. 

Pero más que la capacidad de haber podido comenzar, de haber sabido hacerlo o simplemente de haber estado destinado a no equivocarte en la elección, está la facultad de haber conseguido llegar. A pesar de todo, por encima de lo demás y aunque te digan que la meta no es lo importante, que lo importante es el camino, ¡qué coño! Esto es tuyo. Es sólo tuyo. Son las tardes sin la siesta, las mañanas sin playa, las noches pronto a la cama, los amaneceres apresurados. Es la rabia de no conseguirlo, aún habiéndolo intentado, una y dos y tres. Ha sido la presión, el desasosiego, el ansia y el desvelo. 

Hoy todo eso se transforma. Hoy no es el principio, porque el principio empezó hace mucho. Y hoy no es el final, porque todo eso que has hecho para llegar hasta aquí se va contigo. Toda esa rabia de las cosas costosas hoy se transforma en la satisfacción del deber cumplido. Hoy la presión no te abandona, se va contigo para que no olvides nunca lo fuerte que eres. El desasosiego es la paz del que sabe que lo ha hecho bien, del que sabe que llegó. Hoy las ansias por terminar se vuelven las ansias de cogerlo todo, y sacarlo ahí afuera, y enseñarle al mundo entero, que no pasaste por ahí, que todo eso pasó por tí. Esta noche el desvelo será el que te permita soñar todo lo que puedes hacer a partir de ahora, y puedes soñar toda la noche, porque mañana no tienes que despertarte pronto, porque has aprendido que también puedes hacerlo de día.

Es tuyo. Y quizá no puedas saber nunca lo que se siente viéndolo desde fuera. Es como haber comprado un girasol cerrado, de repente se abre, y está enorme, de repente es todo lo que esperaste de él, que tenga un tallo fuerte y unas hojas brillantes, y que busque la luz, esperas siempre que no la pierda de vista. Por eso ahora, síguela, a dónde te lleve. Búscala por dónde sea. Y cuando la encuentres, no te olvides nunca de lo que te hizo llegar hasta ella, y ten presente y no te asustes si de repente la pierdes de vista, que está ahí, nunca se va, porque hay quienes irremediablemente la llevan dentro ya, desde el principio y sin final.




domingo, 22 de julio de 2012

24h

Lo cierto es que me hacía falta algo de esto. Es de estas cosas que salen en las películas y que no se suelen ver habitualmente. Eso de pedir la cena a domicilio, pintarse las uñas, ver una serie llena de "manolos", reírse hasta decir basta y sudar un poco por los ojos.

La verdad es que suena todo muy cursi, muy de americanismo corrupto con tintes de dramatismo novelesco. Quizá hubiera sido mejor ponerse un vestido y unos zapatos bonitos y haber salido a caminar la ciudad de noche, llegar tarde y medio a tientas y dormir hasta que el almuerzo se convirtiera en una necesidad. Dudas tengo de si hubiera sido mejor hablar con algún que otro extraño, de esos que te hacen reír por el gusto de verte y no por la necesidad. Supongo que hubiera sido más desestresante no pensar y no discernir, echarse a bailar, no controlar, dejarse llevar, ya sabes, eso que se espera que hagas.

Podíamos haber salido a quemar la noche, y decidimos quemar lo que no queríamos, de verdad. Decidimos quedarnos con nosotras, a veces a solas cada una, otras abrazándonos. Quisimos escucharnos los silencios, prepararnos el almuerzo, dejarnos los hombros y construir las expectativas. Cuando todo eso había acabado, nos fuimos, sin hacer ruido, despacito, cerrando puertas y ventanas. Y entonces nos dimos cuenta de que algo había cambiado, dentro, no muy grande, y nos quedamos ahí, con la serenidad que le sigue a esa fugaz guerra fría. Con esa extraña felicidad del que sabe que está haciendo las cosas bien, despacito, sin prisa pero sin pausa. Que no corre, que va seguro, que va sereno.

Con esa extraña felicidad del que comprende que está todo por llegar.











viernes, 20 de julio de 2012

Hasta aquí

Qué difícil se ha hecho. Ha sido éste el peor cuatrimestre de mi vida académica, de la mía, y estoy segura que de la del de al lado también. Ni si quiera cuando suspendí matemáticas sentí un desasosiego tan grande. Ha sido lento, lleno de baches, de taras, de trabas. No anda uno muy bien cuando tiene que leer tres o cuatro veces un párrafo porque las veces anteriores ha tenido la cabeza en Gusilandia. ¿Pero qué le vamos a hacer? Nadie tiene la culpa, ni si quiera yo, y no es por no asumir culpabilidades que probablemente tenga, es simplemente que ya está, que no queda nada, y que lo que tenga que ser será.

Ha sido muy difícil, de verdad. No ha sido sufrimiento, ha sido padecimiento mezclado con perseverancia, angustia con tintes de resistencia y aguante, dolor, sujetado por el enorme estoicismo del que es vencido por sus necesidades, y más que por sus necesidades, por lo que quiere de verdad. Ya no se muy bien si sigo hablando sólo de lo anterior.

Lo que si sé, es que pase lo que pase, y salgan las cosas como salgan, a partir de hoy termina una horrorosa época de vaivenes estúpidos, de creer que estúpidamente podemos superarlo todo, y de que a veces no todos los cuentos tienen final o feliz. O sí. 

Porque quizá sí que pase como en los cuentos, lo que ocurre es que aún no ha llegado. Y lo hará seguramente de una forma que no esperaba, en un sitio en el que no se te ocurriría, y la cuenta volverá a comenzar de nuevo "Erase una vez..." Pero eso, incierto, parece quedar lejos aún.

De lo que de verdad estoy segura, es de que hoy voy a salir ahí afuera, que se va a quedar atrás todo esto, que me voy a desprender, que no se va conmigo. Que me daré un baño en el mar y se caerá la piel muerta, la que murió sola y la que mataron. Que voy a reírme como nunca, a bailar como nunca, a soñar como siempre. Que voy a abrazar, a querer y a creer como me enseñaron, porque no se puede estar enfadado toda la vida. Y es que al final, las cosas son sencillas, fáciles, simples, y nunca han sido de otra forma, y nunca debieron serlo.

¿Ves toda esa luz de ahí afuera? Pues a mí no me da miedo.


"Gracias"




miércoles, 18 de julio de 2012

Fácil

- ¿Sabes? Ahora no se que voy a hacer...
- Pues no hagas nada.
- ¿Nos quedamos aquí?
- Si no te mueves, no me muevo.
- ¿Y si me muevo?
- Si te mueves, me muevo contigo.
- ¿Así de fácil?
- Las cosas no son de otra forma.





domingo, 15 de julio de 2012

Matemáticas

Razón tenía el que dijo que no se escribe con dolor, y me parece que fui yo. Pues ahora he descubierto que tampoco está excesivamente bien escribir con sueño, pero más que nada porque se te quedan palabras atrás, y las ideas se entremezclan unas y otras, como si no fuera suficiente el desconcierto propio con o sin él.

Pues lo cierto es que ya que te quedas con sueño deberías sacar algo en claro, o por lo menos más claro que las ojeras que me van a salir. Y más cierto que lo anterior debe ser que a pesar de mis intentos locos por entender, discernir, descifrar y si me apuras y aunque no se trate de leyes, interpretar, pues al final como siempre cuando intento hacerlo no saco nada, pero absolutamente nada en claro. Nada. Pero ni claro, ni manifiesto, ni obvio, ni evidente. Nada. 

Así que a la impotencia de no poder hacer nada o de no saber hacer nada, se suma la de no entenderlo o supongo más bien, que como siempre, la de no dejarse vencer. Pues bien, creo que inevitablemente me vuelve a ocurrir aquello que un día me pasó con las matemáticas. 

Que yo he sido siempre de letras es un hecho que a estas alturas poca trascendencia tiene ya, pero si es cierto que como me pasa más de una vez, intenté desafiar a las crueles reglas de la genética y me matriculé en un curso de ciencias. Si, si, todito él. Con su biología, su física y química, y todas sus ecuaciones completitas. La verdad es que lo primero no se me dio tan mal, pero lo de las matemáticas, eso fue un tormento chino. Lo que pasa es que yo ponía todo mi esfuerzo: hacía la tarea en casa, iba a clases particulares, levantaba la mano en clase, salía a la pizarra..¡todo! Lo hacía absolutamente todo, lo que estaba en mi mano y lo que no, para poder superar aquello. Examen tras examen ponía todo mi empeño, y cuando lo terminaba pensaba, éste sí, éste sí que lo apruebo. Esos eran los del 4,5. Total, que cuando casi me había dado por vencida, llegó EL EXAMEN FINAL. Todo el mundo estaba aterrorizado con el examen final, aquello era como la catarsis absoluta, el fin del mundo, el apocalipsis. Los cuatro jinetes venían en la forma de 10 ejercicios, entre trigonometría, ecuaciones y fracciones exponenciadas a algo que a mí ya me parecía excesivo. Así que allá fui, con mi boli, mi maleta rosa y la seguridad de que lo haría muy bien, y no llegaría al 3. 

Siempre lo recordaré. Llenábamos todos el salón de actos, se oían los murmullos de los nervios que zarandeaban las ideas. Inexplicablemente para ser Junio, o Mayo, no recuerdo bien, hacía frío allí dentro. Creo que es ese frío de miedo que te recorre el cuerpo. Siempre recordaré aquel día. El día en el que aprobé el examen de matemáticas con un 6.5. No era la mejor nota del mundo, pero era mía, venía de mi trabajo. Siempre pensé que yo iba más lento que el resto. Que mi aprendizaje iba más despacito, que no era capaz de hacer exámenes al mismo tiempo que los demás porque no había podido asimilar como ellos. Ahora se que no era eso.

Lo que pasó aquel día fue algo tan sencillo y tan complicado como no tener miedo. Aquel día no tenía miedo. Lo tenía el resto por mí, los que se jugaban algo, de ellos era la incertidumbre y el desasosiego, pero yo no. Yo había misteriosamente dejado de creer en mí y en mis posibilidades, aunque hubiera mucho esfuerzo puesto, sabía que ya no podía hacer nada, que aquella no era mi guerra. Y me sorprendió. Porque la vida te sorprende más veces de las que somos capaces de ver. No quiero decir con esto que espere que vuelva a hacerlo, no que va, de hecho no volverá hacerlo, estoy segura.

Lo que quiero decir es que aprendí que hay veces que tienes que dejarte llevar. Hacer las cosas como crees y seguir adelante, no resistirte, aunque la resistencia si que sea algo que no puedo burlarle a la genética. Me quedó matemáticas para Septiembre, a pesar de haber aprobado ese examen, pero fue el mejor verano de mi vida. El mejor que recuerdo. Fue el verano más feliz de todos los que he tenido, y supongo que de los que no he tenido también. Fue el verano de mi vida. Y septiembre trajo el aprobado en matemáticas, pero ya daba igual. Ya había aprendido que pase lo que pase, la vida siempre te depara algo mejor, sorpresas, que tienes que saber ver eso sí. Yo hoy me pongo las gafas y me salgo a la calle para que no se me escape nada, que la vida es muy corta, y yo ya no quiero esperar más.


jueves, 5 de julio de 2012

0

Y de repente te has cuenta de que todo ha terminado, de verdad. Ya no hay vuelta atrás, lo sientes. Y justo entonces intentas recordar en qué momento comenzó todo, y descubres que todo empezó antes de lo que pensabas, mucho antes, y es ahí, justo en ese momento cuando te das cuenta de que las cosas sólo ocurren una vez, y por mucho que te esfuerces nunca volverás a sentir lo mismo. Pero todavía, todavía quedan muchas cosas por sentir.