domingo, 18 de marzo de 2012

Ésta es mi casa

Mi casa, a diferencia de las otras casas no tiene cuatro paredes, tiene siete. Siento decirte también que las paredes de mi casa no son todas iguales ni mucho menos, aunque no sea eso lo que se espera de una casa.

En mi casa huele siempre a laurel y a tarajal, aquí crece el brezo, el tajinaste y el pinar. Desde mi casa a demás se ven dragos y palmeras, y una vez al año los almendros en flor. En algunos lugares de mi casa más que el verde se ve el marrón, de los barrancos, de los inviernos sin lluvia. En otros, en otros corren las gotas de agua de la humedad que guardan los helechos, en calderas por las que no pasa el tiempo.

Sé que fuera de casa a veces pasan mucho frío, pero aquí no, supongo que será lo que llaman el "calor del hogar". Estoy acostumbrada a que el Sol cegue con sus rayos al amanecer, y que el cielo se torne en un arcoiris de color cuando se esconde. A veces mi casa se llena de tierra, lo que nos recuerda de dónde venimos y a dónde tenemos que volver para construir un mundo mejor.

Pero lo que de verdad me gusta de mi casa, lo que me recuerda que estoy aquí, es esa masa azul que ondea al son de un bendito viento alisio. Una masa de agua con olor a sal, un olor a sal que está impregnado en la piel de mi gente, en la sonrisa de los niños de esta casa. Una masa azul que se refleja en los ojos de los enamorados que pasan horas mirándose en él en los veranos. Una masa que no pesa nada si te sorprende golpeándote abrazado en la orilla de alguna playa. Una playa, y dos y tres. Playas como la nieve de blancas o como volcanes dormidos.

En mi casa nos baña el mar, nos mece el mar, nos duerme el ruido del mar. En mi casa crecemos y morimos al lado del mar. En mi casa el mar nos hace diferentes, por el mar te llamamos "mi niño" y dejamos las puertas de las casas abiertas cuando hace calor. El mar nos calma, vivimos con él, y en él vive el resto de la vida que conocemos. Es para nosotros una forma de vivir, de hablar, de soñar. Si quieres aprender algo, siempre te recordaran a la mar, y a ella vas a volver cuando tu casa esté lejos.

Como verás esto más que un paraíso, es la esencia de lo que somos y de dónde venimos. Dicen que "en los ojos de un isleño siempre se ve la mar", pues que nos dejen verla así, como siempre, que ya hemos prestado bastante de esto, pero el mar no, el mar es nuestro.





                                                                



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